Cierro los ojos, cojo mi
violín, pongo el arco en la cuerda y toco. El público se queda mudo, atento a
lo que estoy haciendo, es un sueño poder estar tocando frente a tanta gente que
valore o que hago. Así que me meto de lleno, las notas suenan; afinadas,
desafinadas; pensadas, improvisadas; graves, agudas; pero todas con pasión.
Creando una melodía que todos oyen pero solo yo entiendo, así que toco, solo
toco, como si no existiera otro momento, me dejo llevar por la música y los
sentimientos que transmite. Sigo interpretando, tocando las notas cada vez más
rápido, más fuertes, con más pasión. Voy parando, se acerca el final, vibro la
última nota y la mantengo, todo es maravilloso, sigo con los ojos cerrados per
puedo sentir el clamor del público. Y cuando voy a recibir mi ovación, abro los
ojos, todo se esfuma y me golpea la realidad.
L.M.
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