Empiezo a correr. No paro.
Me canso. No puedo respirar. Me ahogo.
No puedo más. Sigo corriendo. Me
caigo. Me levanto. Abro los ojos.
Me encuentro de pie, rodeada de
oscuridad. No hay nada a mi alrededor.
Se oye una melodía de fondo. Comienzo a
buscar con la mirada, tratando de encontrar algo, la más mínima muestra de que
no estoy completamente sola, aislada.
Doy un paso. No oigo nada.
Todo se vuelve rojo, como si la
luz llegase a mí a través de un filtro de sangre.
Aparece ante mí una gran pantalla
blanca, en contraste con el fondo bermellón.
En la pantalla comienzan a
sucederse escenas, de las que soy la protagonista.
Soy yo.
Yo sola.
Hay gente a mi alrededor, pero me
siento completamente abandonada, encerrada en mí misma. Todos sonríen, incluida yo. Es falso. Es todo falso. Una sonrisa me esconde, mientras yo sigo
sola, desesperada, mi mente rogando liberación a mi cuerpo, que no puede más
que quedarse ahí, quieto, tratando de no mostrar ni el mínimo ápice de la
tristeza y la soledad que siento.
No puedo más.
Comenzó a caer hacia el abismo.
Todo se vuelve negro.
Sigo cayendo.
Cierro los ojos.
Aurora Sánchez
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