Podrías considerar esto una carta, más bien,
una carta de despedida. Voy a ser Franco, y contar desde el principio.
Todo empezó a principio de semana. Cuando salí al súper a comprar pan. Ese fue
el primer contacto. Y no fue agradable,
algo hizo que me estremecieron. Pero no le dijo importancia y me fui a
mi casa con el pan.
Al día siguiente volví a salir, esta vez fui al parque, me apetecía pasear.
Pero no vi a la mujer del súper, era un
niño pequeño, no hablaba, pero me miraba, sin hacer nada más que mirarme, y lo
detestaba. Seguramente ahora penséis que solo son mis paranoias, pero me estaba rayando y mucho.
El miércoles no hice sentirme observado, y eso que ni
siquiera salí de casa, me pasé toda la
mañana enterrado bajo toneladas de mantas, bueno, eran tres mantas. Por la tarde salí a correr y tenía la sensación
de que me seguían, pero al girarme no veía a nadie.
Lo peor fue el jueves, no pasó nada, y esa calma… esa
estúpida clama me puso de los nervios. No pude disfrutar de la paz.
Y esta mañana volví a sentirme vigilado, he recogido un par
de cosa importantes, como dinero y me he ido,
no me busques, no me encontrarás,
esto es una despedida, y probablemente no se sepa más de mi, voy a desaparecer
y espero que ni vosotros ni ellos me encontréis.
Te deseo lo mejor.
-Sin duda es su letra- dice su madre mientras lee la carta
en comisaría. Las lágrimas afloran por sus ojos.
-Lo siento mucho señora, pero estaba en el río, colgado de
un árbol, y todo apunta a un suicidio. -el policía odiaba tener que dar estas
noticias, pero era mejor decir las olas claras.
Juan Saavedra
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