Nadie quiere a Aurora



Aurora se levantó dispuesta a romper definitivamente su despertador. Estaba harta del pitido del infierno que se dedicaba a despertarla cada mañana. Después de desatar toda su ira sobre el cacharro recordó que tenía que ir a clase. ¿Por qué no podían dejarla en paz, en casa viendo a sus chinos? (No son chinos, son coreanos.) 

Hizo lo que hacía todas las mañanas antes de ir a clase mientras su padre le gritaba que se diese más prisa: empanarse mientras se vestía, empanarse mientras desayunaba un buen tazón de leche, asustarse con su propio reflejo en el ascensor, volverse a empanar en el coche de camino al instituto… .En fin, lo normal desde que sus padres le habían prohibido el café.

Al fin llegaron al instituto y Aurora solo quería tirarse a dormir en un rincón pero no lo hizo. Sus amigas estaban haciendo un test por internet bastante interesante para averiguar como se llamaba el chico que las quería. A Aurora el test le parecía una auténtica perdida de tiempo pero no pudo resistirse y lo hizo, sin embargo no se llevó ninguna sorpresa cuando el resultado fue: NADIE.

En seguida llegó la profesora, Aurora se sentó en su sitio y se empanó otra vez. Para ella empanarse era la cosa más fácil del mundo: escuchaba en clase hasta que de repente la profesora decía algo que le llamaba la atención y empezaba a comentarlo mentalmente mientras miraba a un punto fijo. Así sus pensamientos vagaban cambiando una y otra vez de tema hasta que sonaba el timbre de la clase. Como le acababa de pasar.

Ahora les tocaba tutoría con un hombre bastante chiflado al que le gustaba el futbol, pero no el de ahora, el de antes. Aurora pensaba que esa tutoría sería como las demás: el profesor les llamaría “pringaus” a todos, luego preguntaría “¿algún problema con los profes u otros pringaus?” y al final acabarían viendo videos de futbol. Y de hecho acabó pasando eso pero con un extra. El tutor no iba solo, le acompañaba un chico de piel clara, rasgos delicados, pelo castaño oscuro y con unos ojos rasgados y negros que miraban a todos lados con curiosidad, como si viera las cosas por primera vez.

- Pringaus, os traigo a otro pringau más para que os haga compañía.

- ¡Hala, si es chinito! - gritó uno de los chicos de clase.

Aurora odiaba a ese chaval con todas sus fuerzas y más de una vez se permitía pensar en lo que pasaría si algún día lo empujaba a la carretera mientras pasaba un camión. Todo sería sin querer… pero sin querer evitarlo, claro.

- Jorge, macho callate ya la boca – dijo el profesor ya harto de todo. - Como estaba diciendo, este zagal ha venido desde Corea… .

- ¿Pero del norte o del sur? - volvió a interrumpir Jorge.

- ¡QUE TE CALLES YA! - gritó toda la clase al unisono.

Jorge puso cara de “¿pero yo que he hecho?” y finalmente se cayó. El coreano mientras tanto observaba la escena sorprendido, nunca había oído a la gente armar tanto escándalo.

- En fin, no sabe español pero si que habla inglés. ¿Quién se quiere ocupar de traducir?
Un silencio recorrió la clase, nadie quería hacerse cargo del chico nuevo y mucho menos tener que hablar todo el rato en inglés.

- Bien, lo haremos a sorteo. ¡Aurora! - dijo el profesor mientras la señalaba.

La pobre chica, que se había quedado empanada otra vez, se pegó un susto de muerte al oír su nombre.

-¿Qué? - preguntó saliendo de su empanamiento.

- Dime un número del 1 al 26.

- El 12 – dijo no muy segura.

- Genial, te ha tocado – contestó el tutor sin mirar en ningún papel. - Te toca sentarte con el pringau nuevo. Lucía, ponte en primera fila y así nuestro asiático se sienta en tu sitio.

Lucía que también se había empanado tuvo que preguntarle a Aurora que había dicho el profesor y se cambió de sitio a regañadientes. Siempre habían estado las dos juntas y no les gustaba separarse.

El coreano se sentó al lado de Aurora y esta le dijo:

- Wellcome to the high school. I’m Aurora.

- Thanks, I’m Nadie – contestó el chaval con su acento coreano.

Entonces Aurora se acordó del test que había hecho una hora antes y casi le dio un ataque al corazón en mitad de la clase.





Carmen Vidal Anglés

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