En esa noche apagada, tras unos papeles que ardían en esa especie de brasero de su ordenador portátil, sacó un teléfono y revisó dos o tres mensajes que le habían llegado.
- ¿Y bien, Sr. Presidente?
- ¿Qué sé yo, Sr. Secretario? ¡Qué sé yo! Escríbale usted una nota breve y apócrifa. Y déjeme estar. O no ve como tengo todo.
- ¿Una nota apócrifa? ¿Atribuida a quién?
- Atribuida a nadie. Atribuida a los tres días en los que circule como un potro desbocado por las redes. ¿No es así como funciona?
Dispare, dispare usted apócrifamente. Ya llegarán los siglos, o el Espíritu Santo en forma de paloma, para taparnos de nuevo las vergüenzas o desnudarnos al fin, de tanta infamia.
Ernesto Jartillo
- ¿Y bien, Sr. Presidente?
- ¿Qué sé yo, Sr. Secretario? ¡Qué sé yo! Escríbale usted una nota breve y apócrifa. Y déjeme estar. O no ve como tengo todo.
- ¿Una nota apócrifa? ¿Atribuida a quién?
- Atribuida a nadie. Atribuida a los tres días en los que circule como un potro desbocado por las redes. ¿No es así como funciona?
Dispare, dispare usted apócrifamente. Ya llegarán los siglos, o el Espíritu Santo en forma de paloma, para taparnos de nuevo las vergüenzas o desnudarnos al fin, de tanta infamia.
Ernesto Jartillo
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